Mi trabajo me había llevado a la ciudad.
Después de eso, me metí en un bar.
Solo había ido allí a tomar una copa, pero entonces la vi, sentada en el escenario, cantando con todo su corazón, sus palabras tristes y dolorosas, su voz hermosa y llamándome.
Quería saber más sobre ella en ese momento.
Y después de esa noche, la llevé de vuelta a mi hotel. Ambos nos perdimos en el placer, y entonces ella se fue, sin despedirse, sin darme su apellido o número de teléfono para que pudiera encontrarla de nuevo.
Ahora, tres meses más tarde, después de tratar de averiguar dónde estaba, todo menos ser un acosador, todavía no estaba cerca de averiguar quién era Adele. Pero eso cambiaría, porque me dirigía de nuevo a la ciudad para trabajar. Mi plan era simple.
Recorrer la ciudad, ir a todos los bares y encontrarla, porque irme sin hacerla mía no era una opción.
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